¿Te has percatado de que algunas personas cada vez son más ricas mientras otras son más pobres? Examinemos algunas causas que están más relacionadas con tu actitud hacia el dinero que con la profesión que desempeñas o la cantidad que ganas.

Aunque no hay un versículo en la Biblia que diga explícitamente que Dios nos da dinero, sí nos indica que nos otorga la capacidad para obtenerlo (Deuteronomio 8:18). Podríamos considerar, entonces, que la riqueza es una capacidad, una habilidad que, administrada adecuadamente, se multiplica. La riqueza se define como la capacidad de transformar los talentos existentes en recursos para satisfacer nuestras necesidades.

Desde el origen, Dios bendijo a la humanidad y les instó a multiplicarse y gobernar, es decir, administrar lo que les había confiado. En Mateo 25, la parábola de los talentos ilustra cómo aquellos que recibieron 5 y 2 talentos los multiplicaron. Sin embargo, se destaca la actitud equivocada del que recibió solo uno.

La primera actitud errónea radica en conocer a un Dios severo. ¿Cuál es tu concepto de Dios? ¿Y de ti mismo? Tus creencias influyen en tu ser. En segundo lugar, el miedo lo paralizó; el miedo a fallar, a arriesgarse, a experiencias pasadas o a las circunstancias que rodean.

En tercer lugar, enterró su talento. Guardar no equivale a multiplicar; no utilizó lo que se le había confiado. ¿Cómo estás en esa área? ¿Estás utilizando tu talento, aunque sea pequeño? ¿Te comparas con los demás y menosprecias lo que posees?

Finalmente, el relato indica que al que multiplica sus talentos se le recompensa, mientras que al que tenía uno solo se le quita y se le entrega al que los multiplicó. Descubre tu talento, confía en ti mismo y úsalo.