La gran mayoría de nosotros nos dejamos deslumbrar por los sentidos, pero no todo lo que brilla es oro. Como advierte el Segundo Libro de Corintios, capítulo 11: "Pero temo que, así como la serpiente engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo". Esto implica que podemos desviarnos de nuestros principios y valores. Necesitamos observar con detenimiento cómo trata a las personas a las que tiene más confianza y a quienes no necesita impresionar.

¿Son consecuentes sus palabras con sus acciones? Recuerda que el árbol se conoce por su fruto. ¿Cómo evalúo estas acciones?

En cuanto a sus relaciones, ¿honra a sus padres, te respeta, te prioriza por encima de sus amistades? ¿Respeta tu familia? ¿Te acepta como eres o quiere cambiarte?

En relación con sus emociones, ¿cómo reacciona bajo presión? ¿Cómo trata a las personas con quienes tiene más familiaridad? ¿Le pone límites a sus amigos? ¿Trata de complacer a todo el mundo todo el tiempo? ¿Se alegra por tus éxitos? Cuando está enojado, ¿cómo son sus palabras? ¿Se comunica fácilmente? ¿Perdona con facilidad?

En cuanto a sus hábitos, ¿es puntual, está endeudado, ejerce disciplina en su presupuesto, cuida de sí mismo, es ordenado? ¿Cómo maneja su tiempo, vive por agenda? Si se casa contigo, ¿tendrá tiempo para ti y tus hijos? ¿Tiene hobbies? ¿Cómo son sus modales? ¿Es generoso? ¿Pone a Dios primero?

Finalmente, ¿sería la persona que elegirías como padre o madre de tus hijos? Estas preguntas te ayudarán a evaluar cuidadosamente la idoneidad de involucrar tu corazón en esta relación.